Su mamita china le puso Li y le hablaba en chino porque no tenía con quien hablarlo y el niño lo balbuceaba hasta que lo llegó a cantar. Su papá Florez era como los Florez del Rio Bravo hasta la Patagonia pero no como los Flores.
Li tomaba café todos los días hasta que empezó a temblar, muchos años después, por el café, dijeron los doctores, porque se había hecho vicio y él, que no tenía vicios, lo abandonó de una, porque se quería a sí mismo sin llegar al egoísmo.
Su mamá viejita y su papito muerto era casi todo lo que sus vecinos sabían de él, aparte de su singular sonrisa que la acompañaba siempre con un “ja” y nada más que uno, cuando despachaba desde su viejo mostrador, de su vieja tienda, de su viejo barrio de su joven país, porque su país no tenía más años que él y él no era viejo, aun.
Un día cualquiera, una mujer cualquiera, que le contesto: “…….cualquiera…….”; cuando Li le preguntó qué refresco quería tomar. Al decir “já” Li, mientras sonreía, le destapó una cola cualquiera y la cualquiera preguntó: “…….¿de qué se ríe?.......” “…….De nada…….” Contestó Li sentándose, como siempre, en su poltrón.
Pasó esa vez, pasó otra vez y la tercera también y en esa última vez la cualquiera, al dar su nombre, pasó a ser Ana Ruyuu García Villafaña de Florez y a tanto llegó la alegría de Li que comenzó a reírse sin cuenta: “…….jajajajajajaja …….” sin que nadie pudiera contar.
Ana Ruyuu de Florez también empezó a tomar café y nunca tembló pero tanto tomó hasta que Li rió con un “ja”.