domingo, 17 de enero de 2010

Li Florez




Su mamita china le puso Li y le hablaba en chino porque no tenía con quien hablarlo y el niño lo balbuceaba hasta que lo llegó a cantar. Su papá Florez era como los Florez del Rio Bravo hasta la Patagonia pero no como los Flores.
Li tomaba café todos los días hasta que empezó a temblar, muchos años después, por el café, dijeron los doctores, porque se había hecho vicio y él, que no tenía vicios, lo abandonó de una, porque se quería a sí mismo sin llegar al egoísmo.
Su mamá viejita y su papito muerto era casi todo lo que sus vecinos sabían de él, aparte de su singular sonrisa que la acompañaba siempre con un “ja” y nada más que uno, cuando despachaba desde su viejo mostrador, de su vieja tienda, de su viejo barrio de su joven país, porque su país no tenía más años que él y él no era viejo, aun.
Un día cualquiera, una mujer cualquiera, que le contesto: “…….cualquiera…….”; cuando Li le preguntó qué refresco quería tomar. Al decir “já” Li, mientras sonreía, le destapó una cola cualquiera y la cualquiera preguntó: “…….¿de qué se ríe?.......” “…….De nada…….” Contestó Li sentándose, como siempre, en su poltrón.
Pasó esa vez, pasó otra vez y la tercera también y en esa última vez la cualquiera, al dar su nombre, pasó a ser Ana Ruyuu García Villafaña de Florez y a tanto llegó la alegría de Li que comenzó a reírse sin cuenta: “…….jajajajajajaja …….” sin que nadie pudiera contar.
Ana Ruyuu de Florez también empezó a tomar café y nunca tembló pero tanto tomó hasta que Li rió con un “ja”.

sábado, 9 de enero de 2010

Ilhuicáhua Tlaltipáque



Conocido y poderoso, bueno y justo, hacedor de lo que se ve y de lo que no, dueño del cielo y de la tierra, bendito y noble.
Preparó nuestro lugar, acomodó los ríos, preparó la tierra, hizo los mares, las nubes y las pulgas. Todo lo hizo bien y nada hizo mal; pródigo como Él sólo. Formó las abejitas y les ordenó que trajeran miel; los peces en el mar son su diseño y las estrellitas también. Dio sonidos cantarines a los arroyos de las montañas, le dice al mar que brame o calme a su orden. Los rayos los dirige y los bigotes de la morsa los compuso.
Hizo la nieve, el hielo y el turbión. Las piedrecitas de ónix y los búfalos también. Los zancuditos son obra de sus manos; cuando quiere hace temblar la tierra y descubre el oro cuando bien le place. Nadie lo puede increpar y a su fuerza nadie la doblega. Es fuerte entre los fuertes, Dios de dioses y Rey de reyes; su magnificencia es eterna y su amor también. Nadie le podrá igualar.
Se complace del bien y aborrece el mal; ángeles poderosos lo circundan y su trono es excelso a más no poder. Nadie lo aconseja porque es el dueño de la sabiduría y la inteligencia le acompaña por doquier. Extiende su mano y multiplica el bien, la recoge y nadie soporta su furor.
Ha puesto al hombre sobre la tierra para que se enseñoree de ella y le ha dado la potestad de gobernar y el hombre ha gobernado y se ha enseñoreado de todo y pugna por enseñorearse del Universo también y para lograrlo mató a dios.

Marcial Xemar




Enfermo del corazón y de dientes malogrados; qué más da, si no los necesita buenos para morir. Sigue comiendo dulces porque de niño nunca comió; sólo azúcar, azúcar negra porque la otra nunca la conoció sino hasta que conoció el mar y eso que, el mar, estaba cerquita, tan cerquita que escuchaba su retumbar en las noches tranquilas y en los días de solaz.
Fue cuando acomodaba el burro, al burro para aparear, porque era “burro”, porque nunca había apareado y quería aparear y la burra no se quería acomodar. Después de mucho bregar, su tío, que estaba como “invitado de palo”, alzando su palo exclamó: “…….!hay que darle azúcar para que se calme!.......” Dicho y hecho la burra se calmó y el burro se subió.
Marcial no quitaba la vista de la bolsa de su tío y le dijo: “…….déjame ver…….” Y su tío se la dio. Terrones grandes de azúcar blanca “…….¿puedo comer?…….”, “…….claro…….” le contestó. Comió uno, comió dos, comió tres, un pocotón comió. Tanto comió que se calmó y se quiso acomodar y su tío gritó: “…….! los burros, dónde están los burros!.......”. Salieron a tropel del zaguán, buscaron por aquí, buscaron por allá y por acullá y después de mucho sudar dieron con las huellas de los enjutos; huellas grandes sobre las matas arrambladas, huellas que se dirigían al mar.
Corre que te corre primero llegó Marcial y su tío detrás con la bolsa de azúcar apelmazada y sin dejar de jadear; al ver al burro jadeando también, ya terminada su “obra”, no tuvo más que exclamar: “…….recórcholis, qué bestia, qué salvajada, qué brutal…….” y Marcial dijo: “…….yo tampoco nunca vi el mar…….”

viernes, 8 de enero de 2010

Comodoro Rivadavia



Hermano de Marcial y marcial como él solo. Muy diferente a Marcial, que era, relajado, pendenciero y pornográfico; fumador de marihuana y masticador de chicle por exhibición. Acicalado, respetuoso, muy cumplido; antípoda de Marcial, que no era como él, marcial.
Le tocaba casarse, porque así lo establecía el protocolo de la marina mercante de su nación, que a la sazón decía: “…….debe ser casado una sola vez y no con extranjera…….” Lo habían escogido para ser el comodoro de la flota mayor, la que inauguraba su primer viaje a ultramar.
Se casó protocolarmente, porque era más que marcial y quería obedecer y marcialmente también mandar. Servir en la marina mercante de su nación, siempre fue su ideal y ser comodoro de una flota, su mayor ilusión. Se hizo a la mar un 14 de Febrero dejando en el puerto a su flamante esposa, sin luna de miel. Qué marcial que era Comodoro, nada que ver con Marcial.
La flota fue y la flota vino, volvió a salir y volvió a venir, zarpó otra vez y volvió a arribar. Tantas veces se despidió y tantas se reencontraron que Comodoro dejó de ser comodoro para ser rehén. Lo agarraron por el cuello, lo estrujaron, lo golpearon y le hicieron un chichón. El seguro, que era seguro, pagó el millón y los rufianes lo soltaron cuando desapareció el chichón, sin ninguna premeditación.
Al llegar a su casa lo recibieron como se recibe a un liberado. Con abrazos, besos, risas, música, comida……. Estaban todos los que tenían que estar, desde su mujer protocolar hasta su hermano Marcial que al decirle “…….salud…….” también le dijo: “…….Perdona lo del chichón, aquí está tu millón…….”

Benvenuto Rivasplata


Gordito como ninguno, vivaracho y juguetón. De fácil lengua y estridente risotada por lo que sea; la cosa, para él, era reír a más no poder. Acicalado hasta en los consabidos bigotes, se ufanaba de discreto y alardeaba de modesto con quien bien lo merecía. Nunca viajó en tranvía porque, en su ciudad, los quitaron poco antes de nacer el hijo de su padre. Ese hermanastro que lo fundía y lo fundía hasta hacerlo enrojecer y galones de saliva se había tragado, rumiando su paciencia, hasta más no poder. De la noche a la mañana Benvenuto Rivasplata viajó para París y sentado en el nivel superior de un viejo y cuidado autobús inglés, cavilaba sobre su insípida vida de la que cuenta se daba sin esfuerzo mayor. Por no saber manejar y a fuerza de ser tacaño, le era menester el viajar en autobús; pero bien, el motivo lo valía, según su parecer, porque iba a inaugurar su salón particular. Uno de danza, melodía y ritmo porque, eso sí, como los dioses bailaba haciendo su figura vaporosa y su semblante mordaz.
Bailó toda la vida hasta llegar a adelgazar y al frisar los …….taitantos, de la noche a la mañana, se le ocurrió regresar a la ciudad que no tenía tranvías y al mirar a su hermanastro convertido en hermano, lo admiró y no tuvo más que elogios para él.
Su hermanastro hermano, según él, lo fundía y lo fundía para que fuese hermano también y a fuerza de gastar galones de saliva,”fundiéndolo”, lo hizo hermano también; de manera que ahora los hermanastros se hicieron hermanos de la misma fe y bailaron y danzaron hasta llegar a enrojecer.



Arístides Romero


Se fue a Europa, becado por su padre, a estudiar literatura  y arte contemporáneo en una Universidad frívola donde enseñan con frivolidad. Aprendió de todo con su inteligencia y sabiduría, no de lo alto y descolló por sobre los más encopetados, titulándose con un “Non plus ultra”.
Viajó de regreso con dos bagajes nomás, uno que había traído y otro que había comprado llenándolo  por demás. Al llegar a su casa lo recibieron papá y mamá, un “Fido” bañado y un convertible sin convertir.
Fiestas van y vienen también, conocidos que se desconocieron, al pasar los años, desfilaban de cuando en vez y no pocos besos sospechosos se acumularon en su otro bagaje, el de su magro corazón.
“A trabajar se ha dicho porque no puedes vagar” espetó papá y mamá asintió sin chistar, paular ni maular. El veredicto fue concertado por la plana mayor y no hubo réplica alguna, mas un grito silente para los adentros del tremendo Arístides Romero.
“El Ministerio es mejor que la hacienda…….” le recomendaron los sabidos de siempre porque, aun, no tenían poder dentro del “poder” y así fue escalando, con los años, peldaño tras peldaño con el sueldo de papá porque el del Ministerio sólo le servía cuando estaba solo en su convertible convertido echándose el aire de la mar.
Un buen día, después de muchos avatares, lo “coronaron” de presidente de la nación porque dijo que le dijeron que diga lo que los anteriores habían parafraseado: “…….cuando sea presidente voy a favorecer a los que siempre he favorecido con favores favorables de los no favorecidos haciéndoles un favor a los más favorecidos para que nunca más sean menos favorecidos desfavorablemente…….”

Cándido Piloro


A Cándido Piloro le gustaba patinar y de tanto gustarle solíase extasiar. Patinaba para arriba y para abajo también y cuando no patinaba, con patinar también, despierto solía soñar.
Muy de mañana solíase parar mucho antes de despertar y a sus patines de marca, de marca desconocida, los bañaba en aceite de la cintura para abajo.
Se los calzaba de una con movimientos automáticos y precisos que nunca, nunca, desde hace tiempo, tenía que repetir. “Bindangán, bindangún”; en un santiamén ya estaba de pie.
La bajada que desde su cama había hasta la cama de sus padres, con la boca abieta la realizaba y cuando llegaba, recién despertaba al sus padres despertar.
Abriendo la boca su madrecita y antes de que esta hablase, él rimbombante decía: “…….ocho panes caseros y mantequilla de cacao…….” Cogía el dinero con premura y ligero se desplazaba como si sobre ruedas volara.
Llegó a la panadería primero, primero que todos a los que dejó atrás. Siempre hacía lo mismo.
Después de desayunar y con la bendición de papá, patinaba enamorado con las manos atrás. Enamorado de la vida, de la brisa y el mar. A uno saludaba y a otro también con sonrisa en los labios, una ligera venia y las manos atrás.
Cándido Piloro con el corazón en la mano de aquí para allá viajaba hasta su ocasión encontrar; la ocasión de servir, ayudar o pasar. De muchos era conocido y de pocos, no. Pero sea con los pocos o con los muchos, a todos trataba igual. Hacía mandados, paseaba bebés, llevaba canastas, lamentos escuchaba y quejas también. A los carros, menos uno, nunca accedió a empujar. Cándido Piloro de amor falleció.